domingo, 8 de mayo de 2011

Piscis.

Domingo ocho de Mayo, ya son trescientos sesenta y seis días desde el último beso ese Domingo en la terminal de la ciudad de la furia, ya son cuatro Otoños del día que nos conocimos hablando galimatías y me quedé atrapadoen tus ojos, hasta que desapareciste y te volví a encontrar cuatro Otoños después. Ese día fue uno de lo más felices de mi vida.

Ella llevaba dos trenzas en su pelo rubio, dos trenzas que no podía evitar repetirle que me dejaban encantado, una trenza fue lo que me dió el día de la despedida y hasta el día de hoy la porto como uno de mis más grandes tesoros y puedo hacer cualquier cosa antes de dejar que alguien toque mi bello recuerdo.

Hoy te escribo éstas líneas entre la nostalgia y el humo de un arrugado cigarrillo, de esos que no te gustaba que prenda delante tuyo pero al fin y al cabo ahogan un poco el recuerdo. No es que escriba algo que no te haya contado antes pero hoy fue uno de esos días grises en que nesecité abrazarte como antaño.
Caminé por las calles vacías empapeladas de hojas muertas y me trajo el recuerdo de las tardes caminando en la costanera, la vereda de tu casa o las tardes sentados abrazados sin nada que decir, por que no hacía falta.

Hoy llegué a entender algo que nunca te dije. Antes y despúes de vos conocí muchas minas y una sola mujer, vos. Después de todo lo que pasamos y como terminaron las cosas seguimos siendo lo mismo, cada noche sin falta caigo dormido con tu bendición de buenas noches y al otro día despierto con una sonrisa corta e infinita a la vez. Hoy recordé mejor que nunca las noches de lluvia en las que dormíamos abrazados escuchándola susurrando en la oscuridad. Hoy recordé.

Pero los dos sabemos como es nuestro presente, hay dos océanos entre nosotros, pero no es demasiado lejos. Me cuesta creer que la distancia nos vuelva a separar. Aunque ya no soy el chico que dejó todo y viajó mil novescientos ochenta y tres kilómetros para verte sonreir, los dos sabemos que sos la chica esperando el día para recorrer siete mil ochosientos setenta y cinco kilómetros para abrazarme. Y yo espero ese día como ninguno.

Mi querida dama, dicen que la esperanza es lo último que se pierde y francamente ya la perdí. Pero para mi lo último que se pierde son los sueños y cada noche en un corto sin sentido el único que encuentro es ver tu cara, así que pienso que al final no está todo perdido.

Como te dije aqeulla vez con ese tono de rebelde con causa:

"Puede que éste Capitán pierda su tropa, sus ideales de libertad por los que preferiría morir luchando antes que vivir arrodillado como el resto, o incluso su pañuelo de Tartán, pero jamás voy a perder el recuerdo de tu sonrisa."

Y eso, no lo cambio por nada del mundo.

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